
Que Antonio escribiese este diario sin apenas haber ido a la escuela nos anima a pensar que nosotros podemos hacer un libro. Él, que se interesó por la lectura y que contaba que cuando estaba en la escuela oyó el estruendo de una bomba en plena guerra civil, emigró a Luxemburgo en 1964 y anotó lo acontecido en el día a día.
Sus compañeros se dieron cuenta de lo que hacía y en más de una ocasión aparece escrito como éstos le decían: “Antonio, esto anótalo en el diario”.
El diario le servía de desahogo y para pasar los ratos en los que no le apetecía salir fuera. Él se quedaba en casa y se dedicaba a escribir. ¡Qué ingenio y fuerza de voluntad le llevó a escribir una secuencia correlativa de meses! Eso es lo que tenemos en el diario. Los sentimientos profundos de un hombre que, acordándose de su casa, mujer, familia e hijos, tenía que aguantar en Luxemburgo un poco más.

